La consciencia sin esfuerzo

Joaquín Campabadal


Hace aproximadamente unos dos años, desesperado por los múltiples achaques migrañoso, me topé casi por casualidad con este maravilloso blog. De entrada, no intuía indicios terapéuticos en nada de lo que leía. Escéptico y sorprendido… pensé: ¡claro, no hay terapia porque no hay enfermedad… tan sólo despropósito.

Poco a poco mi cerebro, al igual que una esponja, sin esfuerzo pero receptivo, iba cuestionando y asimilando los boletines informativos, las propuestas de su autor. Realmente lo único que necesitaba era estar atento, consciente y receptivo a toda esa nueva, magnífica y reveladora información. De buen seguro que mi cerebro iría tomando buena nota y que el día menos pensado sus respuestas serían otras, hasta llegar al convencimiento de que «cambiando el significado e inhibiendo la amenaza la respuesta cambiaría».

Identificar y separar las amenazas reales de las simples suposiciones suponía apartar toda esa información que con los años había ido aceptando, para dejar paso a los nuevos descubrimientos.

– ¡Qué raro. Si enfermedad es igual a daño, y la migraña es considerada como una enfermedad, entonces: ¿por qué dolor no es igual a daño?

– Pues porque la migraña no es una enfermedad… (Primer axioma hacia la libertad)

El biocerebro tiene plena facultad para decidir y evaluar las amenazas y protegernos con el dolor pero se me pasaba por alto que tambien es susceptible a los contenidos de la consciencia: la información y el pensamiento, en parte, transmiten amenazas y refuerzan respuestas y eso es lo que muchos no quieren ver. Es más, obcecados en buscar causas y justificaciones donde no las hay, han contribuido a nadar contracorriente, a sostener el bucle (dolor-amenaza-dolor).

Por otro lado, a mi modo de ver, existe una gran diferencia entre el modus operandi de Oriente respecto al de Occidente que quizás explique, en parte, el por qué sufrimos más este problema aquí que allá: la insaciable actitud mental de analizar la realidad en busca de interpretaciones de casi todo juega en nuestra contra. Vivimos zarandeándonos entre el pasado y el futuro, presos de la imaginación y la memoria. Se nos escapa, así, la conciencia del momento presente, esa que nos libera, precisamente, de etiquetar con el pensamiento aquello que sólo se puede vivir y no imaginar. «Hay experiencias que no se piensan; sólo se viven».

Mi experiencia personal me dice a día de hoy (casi libre de toda pesadilla cerebral) que, superada toda esa primera fase fundamental de correcto razocinio y evaluación coherente, de reset y limpieza de la falsa información, de la veraz identificación de las amenazas reales… sólo nos queda seguir por la senda sutil de la «Consciencia sin esfuerzo», esa que nos permite identificar en tiempo real cómo emerge el enemigo de lo más hondo de la memoria, de nuestra imaginación. Sólo nos queda ¡¡¡estar atentos!!!

Ya no hay más juego que seguir. Con el tiempo las memorias quedarán definitivamente archivadas. Sin embargo en este acto de darse cuenta sólo queda la actitud del «no esfuerzo», la vía del Wu Wei. Como dicen los taoistas: las plantas crecen sin esfuerzo, algo que se nos da francamente mal a nosotros los occidentales, nada acostumbrados a esperar, siempre en busca de los frutos de la acción, y cómo no, esclavos del sobresfuerzo.